10 de febrero de 2012

Capítulo 11 - La Maldición

Capítulo 11 - Llamada

Me desperté con un sonido extraño que venía de la cocina.
Me levanté y fui a la cocina donde se encontraba Jonathan.
- Buenos días-dijo-.
- Buenos días
- ¿Qué tal has dormido?-me preguntó.
- Muy bien, la verdad.
- Ves al sofá, ahora voy yo con el desayuno.
- No hacia falta que me lo preparases a mí.
Me senté en el sofá y al minuto vino él con el desayuno en una bandeja, en la que había dos zumos de naranja, dos vasos de leche y algunas magdalenas.
Nos tomamos el desayuno sentados en el sofá mientras veíamos la televisión.
- Oye, ¿no nos echarán en falta?-pregunté
- No, Gonzalo me deja salir de la casa a menudo, soy como su mano derecha y tengo algunas prioridades, hay veces que me deja sacar a alguna persona, pensará que hemos salido los dos. Si quieres un día podemos ir a la ciudad.
- Claro, me encantaría-sonreí-, ¿te puedo preguntar algo?
- Dime.
- ¿Me podría comunicar de alguna manera con mi familia? Cuando me fui tan solo dejé una nota.
- Creo que puedo hacer algo, tengo un móvil en mi habitación de la casa, después si quieres te lo podrás quedar. Pero solo llamar, sabes que no podrás verlos.
Asentí.
- ¿Ellos saben que soy especial?
- No. Bueno… uno de ellos estoy casi seguro de que si lo sabrá, y también lo de la maldición.
- ¿Qué maldición?-pregunté-
- Pensé que te lo había dicho Ángel. No es nada grave, pero te afecta. Te la echó Hugo, pero el por qué no lo sabe nadie, solo Hugo y los suyos lo saben, y como habrás comprobado, aquí la maldición se anula, pero en cuanto salgas, volverá a hacerte efecto.
- ¿Y por qué aquí se anula?
- Se anula porque de algún modo es un territorio sagrado.
No me sorprendía, pero todo esto es muy raro. Cada vez me sorprende menos todo lo que pasa a mí alrededor, pero ahora mismo lo único que quiero es hablar con mis padres.
- Pues tendré que investigar más. Por el momento sé muy poco tirando a nada… ¿Podríamos ir a la casa? Tengo ganas de hablar con ellos.
- Vale, vamos.
Me puse la ropa que traje el día anterior, unos vaqueros oscuros y la chaqueta encima de la camiseta del pijama.
En cuanto estuve lista, salimos del refugio, cerramos la puerta y nos fuimos.
Cuando llegamos, lo primero que hice fue ir a mi habitación a cambiarme. Me puse un jersey y unas mallas.
- ¿Dónde has estado toda la noche?-preguntó Cloe-.
- En la biblioteca, me quedé dormida y ahora vengo de dar una vuelta por los alrededores-dije lo primero que se me pasó por la cabeza-.
- ¿No has comido nada?- preguntó de nuevo-.
- No tengo hambre. Tengo que irme.
- ¿Dónde?
- Con Jonathan.
- No sé que tiene que enamora a todas.
- ¿Cómo?
- Nada, no he dicho nada.
- Bueno, adiós- dije saliendo por la puerta.
Fui corriendo a la habitación de Jonathan, que estaba esperándome con la puerta abierta.
Me dejó pasar primero y después, cuando él pasó, cerró la puerta con pestillo.
- Bonita habitación-dije-.
- Gracias-dijo sonriendo-.
- ¿Estás tu solo en la habitación?
- Sí, aunque de vez en cuando viene Ángel a dormir, pero muy de vez en cuando-dijo mientras buscaba algo en un cajón-.
- Toma-dijo entregándome el móvil.
- Gracias.
Llevaba desde que me dijo que podía hablar con ellos pensando que iba a decirles, que no era mucho, solo que estaba bien.
Marqué el número de mi padre. A los tres pitidos contestó.
- ¿Diga?
- Hola papá.
- ¡Celia! ¿Dónde estás? Estamos preocupados por ti-dijo en un tono que parecía estar fingiendo-.
- Papá, estoy bien, no te puedo decir donde estoy. Os estoy echando mucho de menos. Espero volver a veros pronto.
- ¿Por qué no me puedes decir donde estás?
- Porque no puedo. Me tengo que ir, os llamaré otro día, dale recuerdos a mamá y a Desiré.
- ¡Celi…- pero en ese momento corté la llamada-.

1 comentario:

  1. dsjkfh ¡me has dejado a medias!
    ¡Me encanta! Y me alegro de que hayas vuelto a escribir, porque sabes que me encanta esta historia y si no la acababas la que te echaba la maldición era yo ¬¬.

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